El pasado sábado, 25 de Mayo, asistimos a la segunda
edición de los Talleres de Arqueología organizados por el Patronato Municipal
del Monte de Santa Trega (Noticia del Taller de Arqueología).
El título de la actividad, Cocer,
fermentar y amasar: Alfarería y pan en el
Trega, no dejaba indiferente a nadie. Ahora que el público demanda nuevas
experiencias vinculadas al mundo de los castros, ir más allá del papel de inmóvil oyente de una lección magistral, y pasar a ser el auténtico protagonista, aprendiendo a confeccionar la decoración de un cacharro
castreño o compartir abiertamente nuestras dudas con los encargados del trabajo de cocción de la cerámica. Tampoco quisiera olvidarme otra de las actividades del taller basada en el proceso casi
mágico de creación del pan basado en “recetas castreñas”. El adjetivo de mágico
no es fortuito si pensamos que incluso hoy en día nuestros abuelos atribuyen
propiedades milagrosas a la transformación del cereal en un producto tan
sabroso como el pan. Tengo que decir que aparte de la apariencia (ver la foto inferior), el pan de trigo a modo castreño estaba bastante rico.
Dentro de todas las actividades realizadas me voy
a detener en un cacharro muy singular, y no es la pequeña pieza que tenemos
en el MUVICC con la denominación de Caldero de Santa Trega (Catálogo del MUVICC). La joya de la corona recae sobre una pieza pendiente de digitalizar por los técnicos del MUVICC,
conocida de forma oficiosa como “la perlada”. Su peculiar decoración plástica
en pequeños botones que cubre prácticamente 2/3 partes del cuerpo de la vasija,
combinada con ese peculiar color negruzco que le proporciona un aire metálico y la convierte en una cerámica excepcional, extraordinariamente bella y que
deja abierta al mundo de las especulaciones sobre su función y significado ne el pasado. Más cercano a su uso
ritual por parte de los reyezuelos del castro que a otras actividades cotidianas.
El recipiente-artilugio empleado para la cocción de las vasijas fue una reproducción de un enorme “Caldero” encontrado en Castromao (Celanova, Ourense). Se trata del cacharro que vemos en la foto inferior y que tiene en su base una serie de agujeros, a modo de parrilla.
En principio este utensilio sería utilizado en la cocina, pero viendo su similitud con otros calderos europeos, también utilizados como hornos, se pensó que esta mera suposición científica podría alcanzar mayor grado de certidumbre, y así se pasó a la experimentación. El resultado fue positivo, tal como demostró Tomás, el alfarero de Gundivós (Sober) encargado de guiar la cocción, con el acertado sonido de campana emanado de las piezas recién salidas del horno. A continuación mostramos un pequeño reportaje fotográfico en el que podéis seguir todos los pasos seguidos durante la cocción (Fotos de Darío Peña).
Salía entera y perfecta aunque de color anaranjado, muy alejado del tono que podemos apreciar en el original, hallado en el propio castro Santa Tecla, que como ya comentamos antes se caracterizaba por un tono más metálico, como correspondía a una sociedad presuntamente guerrera, por lo menos en la apariencia. Aquí os dejo más fotos sobre el ahumado realizado a posteriori para conseguir esta tonalidad tan característica de la cerámica castreña.
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